España en la Eurocopa: 1968, la Inglaterra campeona del mundo fue la verdugo
La Eurocopa de 1968 presentó una gran novedad en cuanto al formato de competición. La fase final seguiría jugándose en un país, en este caso Italia, y sólo los partidos de semifinales y final, pero en lugar de decidir los clasificados a eliminatorias directas habría por primera vez una fase de grupos, de la que saldrían ocho equipos (los primeros de cada grupo) que luego ya sí se medirían en una eliminatoria para conseguir el billete a Italia.
España, que llegaba a este torneo como vigente campeona tras el título ganando en 1964, se cruzaba en el Grupo A con Checolosvaquia, Irlanda y Turquía. El equipo nacional comenzó con un empate en Irlanda y una victoria sobre ésta en Mestalla. Lo mismo hizo ante Turquía y con los mismos resultados, 0-0 en suelo rival y 2-0 en suelo local. Pero ante Checoslovaquia llegó la primera derrota, contrarrestada luego por la victoria por 2-1 en el Santiago Bernabeu.
Se daba tan por hecho la eliminación que hasta el seleccionador dimitió, pero ante la debacle de Checolosvaquia todo volvió a su curso
España acababa con 8 puntos y el seleccionador Domingo Balmanya presentaba su dimisión dando por segura la eliminación, ya que Checoslovaquia tenía 6 puntos y todavía dos partidos por jugar. Los checos empataron en Turquía, pero nadie los veía perdiendo ante Irlanda y en su casa, como sucedió gracias a un gol de O’Connor en el minuto 86. Así que, de golpe y porrazo, todo volvía a la normalidad en el seno de la selección e incluso Balmanya volvía a su cargo.
Del resto de grupos, pasaron Bulgaría, la Unión Soviética, Yugoslavia, Hungría, Italia, Francia e Inglaterra, que iba a ser la rival de España en cuartos. El grupo de Inglaterra fue de lo más curioso ya que reunió en él a las cuatro selecciones británicas, y el partido decisivo, un Escocia – Inglaterra que terminó en empate (justo lo que le valía a los pross), registró la cifra de 134.461 espectadores en Hampden Park, cifra récord hasta ahora en el fútbol europeo.
El 3 de abril de 1968 España visitaba Wembley para medirse a la campeona del mundo. En todos los enfrentamientos anteriores nunca había podido ganar en suelo inglés y esta ocasión no iba a ser una excepción, aunque la derrota por 1-0 con gol de Bobby Charlton en los minutos finales era un corto castigo. Más aún después de las condiciones climáticas en las que se jugó el partido y después de las diversas perrerías que hizo la federación inglesa con la expedición española.
Por eso, el ambiente en el Santiago Bernabeu era de una euforia total. Massiel había anotado el primer gol ganando Eurovisión unos días antes en Londres con el La La La y el gol de verdad lo anotaba Amancio al inicio del segundo acto, sobreponiéndose al juego duro de los ingleses que luchaban con todo por el empate. Sin embargo, Inglaterra remontó con goles de Peters y Hunter, escribiendo la primera página negra de las muchas que vendrían en los años siguientes.
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A Inglaterra le duró poco la alegría, pues ya en la fase final cayó en la semifinal ante Yugoslavia con un gol de Dragan Dzajic, una de las mejores zurdas de la historia del fútbol balcánico. En la otra semifinal, se produjo la primera gran anécdota de esta fase final de la Eurocopa de 1968, pues tras 120 minutos sin goles, ni para Italia ni para la Unión Soviética, una moneda decidió que la azzurra pasara a la final. Eligieron cara, por cierto.
La final no se decidió por una moneda, pero casi, porque el partido también terminó en empate tras la prórroga. Sin tandas de penaltis por entonces, y teniendo en cuenta que una final no debería decidirse al azar, se decidió jugar un partido dos días después, en el que ya Italia venció a Yugoslavia por un claro 2-0. La leyenda de la fortuna italiana nació en este torneo, única Euro las vitrinas de Italia, en el que empezó el declive de la selección española.
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