James Conolly, el primer oro olímpico de la historia
En año olímpico como es éste 2016, siempre se tiende a recordar historias de los Juegos Olímpicos. Y más precisamente en un año en el que se cumplen nada menos que 120 años de la primera edición de los Juegos Olímpicos de la historia moderna, los que se celebraron en Atenas en el año 1896.
De aquellos primeros Juegos Olímpicos se cuentan muchas cosas. Por ejemplo, que sólo duraron nueve días, que sólo había nueve deportes, que sólo participaban hombres o que un griego llamado Spiridon Louis se convirtió en el héroe nacional y en figura mundial al ganar el oro en maratón, la prueba más mítica de aquellos primeros Juegos.
Poco se habla, sin embargo, de cómo Estados Unidos se alzó con la primera posición en el medallero, con menos medallas que Grecia, que conquistó 46 en total, pero con más medallas de oro. De los once oros que se fueron para América, uno de ellos fue además el primero que se dio en toda la historia de los Juegos Olímpicos.
Lo ganó James Brendan Conolly en la disciplina de triple salto. Conolly era un hombre nacido en Boston e hizo de inmigrantes irlandenses, que por 1896 tenía 28 años. Hasta entonces, su vida se había dividido entre su carrera académica y el deporte, además de tener diversos trabajos y haber estado también en el Ejército.
Cuando llegaron los Juegos, Conolly se encontraba en Harvard, donde le negaron el permiso para viajar hasta Atenas en abril, en pleno curso académico, y participar en la competición. El chico decidió que nadie iba a frenar su sueño de representar a su país y por eso, pese a la amenaza de expulsión, y emprendió rumbo a la capital griega.
El viaje fue una odisea, como pueden imaginar, y encima dice que tuvo que sufragárselo él mismo. Pero al final, Conolly pudo estar en la primera final de los Juegos Olímpicos, algo semejante al triple salto, aunque con otro nombre e incluso con unas reglas diferentes, y ganar con una distancia de 13’41 metros, más de un metro de lo que saltó el segundo.
Así es como Conolly logró el primer oro de todos los tiempos, que no su única medalla. El americano participaba en otras pruebas, lo que permitió ganar otras dos preseas más: una plata en la disciplina de salto de altura y un bronce en la disciplina de salto de longitud. Su medallero se completa con una plata más, pero ya ésta ganada en los Juegos Olímpicos siguientes, los de París de 1900.
Como todos los deportistas de esa época, Conolly no era profesional, de ahí que sus éxitos y sus hazañas se perdieran con el tiempo. De hecho, es casi más famoso su trabajo posterior como periodista o como escritor que realmente el hecho de que el primer oro de la historia de los Juegos Olímpicos colgara de su cuello.
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