Peyton Manning y la caída de los gigantes
5 pases completados de 20 intentos para un total de 35 yardas y 4 intercepciones. No ha sido Colin Kaepernick ni Blaine Gabbert, no es un recuerdo de Matt Schaub o Christian Ponder, ni siquiera es el partido de Joe Webb contra los Packers en el último P.O de los Vikings o de Tim Tebow en los Jets. Tal funesta estadística pertenece nada más y nada menos que a Peyton Manning en la derrota de los Denver Broncos ante Kansas City Chiefs el pasado domingo.
La regresión de Manning en su andadura en las montañas rocosas es ya no solo incuestionable sino hasta cierto punto dolorosa al ver tal desplome físico y técnico en una de las mayores estrellas de la NFL en este siglo. El camino de Peyton hasta el cementerio de leyendas ha sido tortuoso, lento y desgarrador aunque no se sea precisamente fan del «18», y es que probablemente la defensa a ultranza y muchas veces ilógica por parte del sector favorable al ex-Colt en su eterna comparación con Tom Brady llegó a extremos tras la salida de Manning de Indianápolis con una lesión que muchos se empeñaron en negar y a la que ahora acuden.
Cinco años atrás saltaba la alarma: Peyton Manning sufría una lesión crónica en el cuello que afectaba a la respuesta nerviosa de su hombro, lo cual le impedía drásticamente el ejercicio de un deporte tan exigido como el football americano. Los Colts se quedaron sin su jugador franquicia de los últimos 10 años y se sumían en una temporada de pesadilla para asegurarse la primera elección del draft al que se presentaba Andrew Luck, mientras que Manning empezaba un periplo médico con múltiples intervenciones entre las que se llegaría a incluir un tratamiento con células madre en Europa, tema tabú en Estados Unidos.
Manning e Irsay, dueño de los Colts, acordaron la liberación de su contrato y el QB nacido en Lousiana se presentaba a la agencia libre entre rumores de retirada y alzamientos por parte de su bancada para hacer ver que nada había cambiado a pesar de que la pérdida de fuerza del brazo era no solo incontestable sino tremendamente notoria.
No obstante Peyton fue inteligente. Seducido por equipos con un mercado mucho más amplio como Dolphins o 49ers, acabó fichando por Denver Broncos, que venía de un QB tan limitado como Tim Tebow pero que había llegado a final divisional tras una remontada épica en la segunda mitad de la temporada y un mítico partido de Wildcard contra los Pittsburgh Steelers. La elección de la franquicia de Colorado no venía dada por la insistencia de John Elway, Hall of Famer y otrora Quarterback de la franquicia ahora metido a General Manager, sino por la meticulosa estrategía de un Manning consciente de sus limitaciones.
Primero, Manning llegaba a un equipo con una defensa imponente y un juego de carrera solido, verdadera razón de la buena temporada anterior, además de una serie de valores en el juego aereo como Demaryus Thomas o Erick Decker. Y en segundo lugar entraba un factor tan curioso como es la geografía. La altitud de Denver y concretamente de su estadio, conocido como «Mile High» permite que el balón se mantenga más tiempo en el aire, estrategia de sobra conocida por los entrenadores y kickers de la liga.
Así comenzaba en 2012 la andadura en busca de su segunda SuperBowl con medios aclamando su milagrosa recuperación y la lista de records que rompía semana tras semana. Hoy, seis touchdowns de pase; mañana, 450 yardas de pase. Que tiemblen en Ohio, Peyton Manning había vuelto e iba a borrar del primer puesto los nombres de Marino, Montana o Brady. Toda una alegoría del fénix resucitado sostenido sin embargo sobre el castillo de naipes más débil del mundo.
La forma de lanzar había cambiado de manera drástica. Los pases a la slot se convertían en constante en el playbook ofensivo de los Broncos. Mientras muchos lo alababan, pocos sabían ver que detrás de un Manning en el shotgun, release de balón ultra rápidos y pases infalibles a la zona entre la línea defensiva y los LBs se encontraba la incapacidad e inseguridad de un QB que cuando lanzaba a más de 20 yardas jugaba a la ruleta rusa.
Cuando Peyton tenía que buscar la profundidad de campo en sus pases levantaba la pierna del lado del brazo con el que lanza. Eso en alguien tan perfecto en la técnica como había sido el QB de los Colts impactaba de sobremanera al espectador analítico, primero porque indica la falta de fuerza en el brazo, que necesita todo el movimiento del cuerpo para llegar al objetivo; segundo porque hace que el ovoide coja mucha altura en lugar de velocidad, perdiendo la estabilidad en el aire y siendo más fácil de interceptar para los defensives backs.
Durante el primer año y medio, Manning desarrolló un ataque de slots, screens y tiempos de posesión pre-lanzamiento de menos de dos segundos que no solo funcionaba por el down a down que ocasiona el continuo pase en corto sino que engrosaba estadísticas con las yardas after catch de Thomas. El experimentó funcionaba tan bien que los Broncos llegaron a la SuperBowl, pero lo que parecía ser el escenario perfecto para el cierre de una carrera esplendorosa acabó convirtiendose en la sentencia de un QB lastrado a niveles insospechados hasta esa fecha.
Seattle Seahawks y su entrenador Pete Carroll recopilaba planteamientos como los de Bill Belichick en temporada regular para sumarle la calidad individual de la que mejor defensa de la liga esa temporada, presentándole a Peyton en aquel primer domingo de febrero de 2014 una trampa en la que caería una y otra vez.
Para evitar una tediosa disertación técnica y carente de la profundidad y calidad necesaria, podemos resumirla en que los Seahawks olvidaron la intención de presionar a Manning o entrar en Blitz por la rapidez de release del QB, concentrando a LBs ágiles y capaces de cubrir el pase en la zona de 10-15 yardas mientras bajaba a un portento físico como Kam Chancellor a la caja para ir frenando cualquier marca que los Linebackers no pudieran retener. El resultado, por todos conocido, dejó en evidencia toda la ofensiva de las rocosas y ponia en primera plana la decadencia de una estrella.
Peor fue al año siguiente, cuando con la llegada del frío -enemigo eterno de Manning- en la segunda mitad de la temporada el equipo de Colorado comenzaba a dar sintomas de debilidad que confluirian en una bochornosa eliminación en primera ronda de Playoff por unos Colts que no eran ninguna maravilla defensiva.
Esta temporada, con la llegada de Kubiak como nuevo Head Coach, Denver se convertía en una interesante incógnita. El juego del ex entrenador de los Ravens siempre se había basado en asentar el juego de carrera con el que probablemente es el mejor esquema de bloqueos en zona de toda la liga y cimentar el juego del QB en roll-outs, salidas desde debajo del center para confundir a la línea y lanzar en profundo.
Joe Flacco había explotado este sistema a la perfección, pero un Peyton Manning sin brazo y con las piernas propias de un atleta de 39 años chocaba diametralmente con el dogma ofensivo. Primero, por la obviedad de la incapacidad del pase en largo- muchas de las intercepciones a Manning este año llegan de pases profundos que se quedan cortos-; segundo, porque Peyton no puede moverse fuera del pocket con velocidad suficiente para que la línea pueda cubrirle o sincronizarse con los WRs, por lo que las pocas veces los rollouts y los bootlegs sirven para algo; y tercero, porque de manera indirecta la incapacidad de Manning para retroceder con velocidad tras sacar el snap de debajo del center bloquea toda la filosofía Kubiak.
Este último motivo parece nimio pero merece la pena explicarlo en unas líneas.
La posición de Under the Center no solo permite al QB controlar mejor la salida del balón y alejarse de la presión, sino que genera la oportunidad del «momentuum» de carrera. Si Manning sale desde el center, el RB tiene varios pasos para alcanzar una buena velocidad y leer con tiempo los bloqueos de la línea para percutir como un cuchillo en mantequilla. Sin embargo, salir en shotgun implica que el RB esté tan solo a una yarda del QB teniendo que arrancar de cero la acometida y de paso impidiendo cualquier posibilidad de engaño puesto que la defensa ve el balón en las manos del QB o del RB en todo momento, algo que no ocurre cuando el QB corre de espaldas a la línea para ejecutar un play-action.
Manning nunca ha necesitado un juego de carrera para ganar partidos, pero con todas estas dificultades recopiladas, el hecho de mantener a los LBs pendientes de tapar los agujeros que se forman en la línea y por ende acercarse a sus DLs permitiría abrir huecos para los slot receivers sería una ayuda preciosa y que los Broncos no están aprovechando.
Porque la paradoja de Denver se hace máxima cuando uno se percata de que John Elway ha contratado a un HC que solo tiene un sistema ofensivo y que además es antagónico a las capacidades de su mayor estrella. La casa sin barrer y la defensa salvando un récord que podría ser estrepitoso visto lo visto.
La NFL es implacable y devora a todo aquel que no huye a tiempo, y aunque Peyton Manning ha sido una de esas figuras que aparecen cada 25 años, nadie escapa al destino del football americano y menos si se tiene 39 años y un brazo disfuncional.
Como las discrepancias son lo más interesante de este tipo de artículo, animo a cualquiera que no haya podido disfrutar Manning en su prime a que vea la SuperBowl contra los Saints.
Quédese con ese recuerdo y no mire cuando vea caer al gigante, no podrá olvidarlo.
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