Tim Montgomery: «Me he destruido a mí mismo»

Tim Montgomery: «Me he destruido a mí mismo»

Escrito por: Adrián Cabanas    28 noviembre 2009    7 minutos

La imagen de esta noticia nos muestra a un hombre exultante, que acaba de batir el récord del mundo de los 100 metros lisos. Eran otros tiempos y ahora ese mismo hombre languidece en prisión cumpliendo una condena de 9 años de cárcel que, si no varía por algún recursó le mantendrá en prisión hasta el año 2016.

Tras la reciente conmoción que ha supuesto para el mundo del deporte la publicación del libro de Agassi en el que hablaba, entre otras cosas, de su relación con las drogas, en una durísima entrevista concedida desde la cárcel al diario Times, Tim Montgomery se ha abierto al mundo hablando de su vida como atleta, el escándalo del dopaje, además de su relación con Marion Jones, con quien tiene un hijo en común al que no ve desde hace tres años, y su caída, tras ser sancionado, al mundo de las trogas y el fraude bancario que han llevado al que una vez fue el hombre más rápido de la historia, a verse recluído en la cárcel hasta el 2016.


Una noticia como esta da tantos titulares que no sabes con cual quedarte, pero he elegido esas declaraciones porque creo que son las que mejor resumen esta entrevista:

Me he destruído a mí mismo. He estado toda mi vida intentando ser un hombre y ahora estoy aquí dentro, tratado como un niño. Si sólo hubiese recibido antes esta lección… Tenía el mejor trabajo del mundo y ahora estoy en prisión limpiando hojas

En la entrevista, Montgomery nos habla de su infancia, en la que confiesa que tuvo los mejores padres (su padre, un ex-combatiente de Vietnam, llevó a su hogar disciplina y un fuerte código de honor), pero pese a todo, ya desde su adolescencia traficó con drogas «Simplemente tenía ese apremio por vivir en el filo. Soy un tipo que busca emociones fuertes».

El atleta también nos habla de cómo el dóping entró en su vida, y de con qué mentalidad lo afrontó «¿Que si pensé que estaba cruzando la línea cuando me dopé? No, no viniendo de las calles. Ni se me pasó por la cabeza». Tras haber estado toda su vida relacionado con las drogas, siempre las vio como algo normal y nunca sintió arrepentimiento o culpa, «nunca hasta ese día en Portsmouth» cuando vio a otro hombre en una celda aferrándose a un water, vomitando, sudando y temblando violentamente y se dio cuenta de en qué tipo de negocio había estado metido.

Gracias al mundo del atletismo conoció a la que sería su esposa, Marion Jones. Una mujer con la que compartiría un hijo, pero también una carrera de complicidad en el mundo del dóping. «Cuando vivía con Marion, hice que pusieran cámaras en la entrada para que, si venían por un test, supiese que no debía abrir la puerta». Montgomery cuenta cómo guardaban las drogas en el frigorífico, «al lado de las verduras» mientras que solían dejar las jeringuillas «bajo una pila de ropa».

Ambos tenían la misma mentalidad en muchas cosas, también en el dóping. «Sí hablábamos del dóping, pero sólo del hecho de que los dos creíamos que todo el mundo lo estaba haciendo». Montgomery define su relación como si fueran amigos «es difícil encontrar una mújer con la que puedas ver el fútbol (americano) juntos, luego echar un partido de basket el uno contra el otro, air hockey…». Sin embargo, también tenía otra cara, un lado depresivo «Habló varias veces de quitarse la vida. Creía que Marion era la persona más dura del mundo, pero se la hería con mucha facilidad».

También la describe como una mujer fría, amante de la adrenalina y los retos, pero también una persona capaz de fingir delante de las cámaras y tremendamente egocéntrica que sólo se preocupó por sí misma cuando empezaron a investigarles. «Se podía obligar a sí misma a llorar frente a las cámaras. Su mejor actuación fue cuando superó el detector de mentiras». Al final, tras separarse, la relación se deterioró hasta el punto de que Montgomery lleva 3 años sin poder ver a su hijo. Dice que, aunque incluso escribió una carta a Jones, nunca ha recibido respuestas.

Pese a todo, la vida de Tim Montgomery es interesante mucho más allá de su relación con Jones. Tim fue siempre un atleta de élite y se sintió el número uno hasta que la figura de Mo Green apareció para eclipsar a todos los demás. La presión de los patrocinadores y organizadores para que fuese el mejor le asfixiaba y la actitud de Green no lo mejoró. «Quería todo lo que él tenía. Ya era bastante malo sin él en primera plana, flexionando los músculos como él hacía y chasqueando la lengua. Era vergonzosa la forma en que se portaba en la pista, haciendo burla de los otros atletas. Para mí era personal. Todo lo que quería era a la persona. Habría dado todo por ser el más rápido del mundo».

Y fue así como cayó en la tentación y abandonó a su entrenador para seguir a Trevor Graham, con quien Marion Jones había asombrado al mundo. Aunque no sabía si se dopaban, Montgomery lo sospechaba y estaba dispuesto a entrar. Fue entonces cuando se lo ofrecieron y cuando vio la lista de clientes que se dopaban y afirma que leyó el nombre de Green entre ellos. Montgomery quería volver a ser la estrella y, en un mundo donde no veía a nadie salir castigado, vio el dóping como el paso adelante que necesitaba.

Lo consiguió. Tras un 2001 de dominio de Green, en el 2002 logró batirle en un gran premio en Bruselas. «Maurice se acercó a mí y dijo ‘Estás dentro, ¿eh?’ y le contesté ‘Era sólo cuestión de tiempo'». Eso marcaría una época en el que el progreso de Montgomery coincidió con el declive de Green. Fue su mejor época, cuando meses después batiría el récord del mundo con un tiempo de 9.78, un tiempo que reclama que consiguió estando limpio, ya que había dejado las drogas que le pasaban por los dolores de estómago que le provocaban, aunque se resigna a que su palabra no tenga ya valor.

Poco después llegaría el final de su carrera, cuando la cadena de suministradores de sustancias dopantes que le suplía cayó y, con ellos, una serie de nombres, entre los que se encontraban el suyo y el de Marion Jones. Un Montgomery que había malgastado su dinero se vio necesitado de recursos para defenderse, con lo que recurrió a lo único que conocía y empezó a traficar con drogas. Poco después, era detenido y sería condenado a prisión hasta el 2016.

En prisión la lección que las drogas le habían negado antes la recibió «ese día en Portsmouth», aprendió a sobrevivir a peleas a cuchillo, a apalizar a un pederasta para no parecer blando frente a sus compañeros, sufrió la violencia de un guardia cuando le golpearon con un escudo y le dieron descargas eléctricas creyendo que era el líder de una revuelta. Pero, sobre todo, sufrió la impotencia de ser un padre incapaz de decir a sus hijos que sean buenos, cuando el mejor ejemplo que él les puede dar es el de un delincuente cumpliendo condena en una cárcel.

Tenía todo el potencial natural para conseguir lo que quería, siempre que pusiese en ello el cien por cien. Pero nunca lo hice. Porque quería ser El Hombre en las discotecas, de juerga, triunfando en la vida

Una sentencia muy triste para un antiguo campeón que pudo haberlo tenido todo y lo tuvo, pero no supo ver las consecuencias de sus actos y está recibiendo el durísimo castigo que por ello es capaz de dar la vida.

Les recomiendo encarecidamente leer los artículos al completo, aunque estén en inglés. Pocos relatos hay tan sinceros y, a la vez, tan duros, sobre la caída de una estrella al mayor de los infiernos.

Vía | TIMESONLINE1 y TIMESONLINE2

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